Ella miraba por la ventana, escrutando con la mirada a cada zorro que se detenía a oler el terreno o a cada pájaro que volaba por los alrededores. Selena Grey vivía con su hermana Cassandra, de la cual se hacía cargo desde hacía ya cinco años, en Gehux Town.
-¡Es mi cumpleaños! ¡Hoy es el mejor día de mi vida! -
- Felicidades. - respondió, intentando sonreír.
- ¿Qué te pasa? -
- Nada, todo está bien. - le dijo, sin apartar la vista de la ventana.
En realidad, Selena estaba muy asustada. Era el cumpleaños número catorce de su hermana y en lo único que podía pensar, era en lo que tenía que impedir. Estaba decidida a no salir de la casa, a no dejar que Cassandra se acercara al bosque o siquiera asomara la nariz a la puerta de la casa. Aunque no estaba segura de que eso los detuviera.
- ¿Puedo ir donde Ian hoy en la tarde? -
- No quiero que salgas de la casa, me gustaría que te quedarás. -
- Pero, por fav...
- Dije que no, no me hagas repetirlo. Cuando...
... sea grande te lo agradeceré, si lo sé. Entiéndelo, nunca serás como mamá. -
- No voy a decirlo dos veces, a tu habitación. ¡Ahora! -
Cassandra respondió con un gesto iracundo, que cruzó su rostro, y se marchó escaleras arriba. Todo este tiempo, Selena había cuidado ella temiendo que llegara ese día; aunque sabía que, llegado el momento, no podría hacer nada para detenerlo.
Selena se sentó, mirando con desagrado su café, las discusiones hacían que perdiera el apetito. Afuera, el viento agitaba los árboles del bosque y llovía copiosamente. El mínimo ruido sobresaltaba a Selena que retorcía, nerviosa, una servilleta de papel.
El almuerzo transcurrió el silencio, Cassandra estaba bastante ofendida (aunque sin razón, como la mayoría de las veces) y Selena se moría por confesarle la verdad; aunque sabía que no debía hacerlo. Ella pasó todo el día, sola, en la cocina escudriñando lo que pasaba afuera. Cassandra no volvió a bajar, ni siquiera para merendar. Solía ser bastante terca cuando se peleaba con su hermana mayor y ninguna de las dos dejaba de tirar de la cuerda hasta el último momento.
La noche fue cayendo lentamente y Selena caminaba nerviosa, describiendo círculos en la cocina. Los árboles eran azotados por el viento y había empezado a llover levemente. Las luces parpadearon y Selena giró bruscamente hacia las escaleras, donde le pareció ver una sombra.
- ¿Cassandra, eres tú? -
Silencio. Miró hacia el bosque: nada. El viento soplaba aún más fuerte y la lluvia formaba una gruesa cortina que impedía la visión. Volvió a llamar a su hermana: silencio. Corrió hacia el guardarropa del pasillo y tomó un suéter negro con capucha. Abrió la puerta y salió. Una muchachita caminaba hacia el bosque, accionada por una mano invisible.
-¡Selena! ¡Ayúdame! No puedo detenerme. - susurraba una vocecita que parecía venir del viento.
- ¡Cassandra! - gritó Selena, mientras corría.
La niña volteó, una mirada vacía le atravesaba el rostro. Ya había llegado al límite del bosque, cuando un lobo saltó de entre los arbustos, la derribó y la arrastró con él hacia la oscuridad.
- ¡Nooo! -
-¡Es mi cumpleaños! ¡Hoy es el mejor día de mi vida! -
- Felicidades. - respondió, intentando sonreír.
- ¿Qué te pasa? -
- Nada, todo está bien. - le dijo, sin apartar la vista de la ventana.
En realidad, Selena estaba muy asustada. Era el cumpleaños número catorce de su hermana y en lo único que podía pensar, era en lo que tenía que impedir. Estaba decidida a no salir de la casa, a no dejar que Cassandra se acercara al bosque o siquiera asomara la nariz a la puerta de la casa. Aunque no estaba segura de que eso los detuviera.
- ¿Puedo ir donde Ian hoy en la tarde? -
- No quiero que salgas de la casa, me gustaría que te quedarás. -
- Pero, por fav...
- Dije que no, no me hagas repetirlo. Cuando...
... sea grande te lo agradeceré, si lo sé. Entiéndelo, nunca serás como mamá. -
- No voy a decirlo dos veces, a tu habitación. ¡Ahora! -
Cassandra respondió con un gesto iracundo, que cruzó su rostro, y se marchó escaleras arriba. Todo este tiempo, Selena había cuidado ella temiendo que llegara ese día; aunque sabía que, llegado el momento, no podría hacer nada para detenerlo.
Selena se sentó, mirando con desagrado su café, las discusiones hacían que perdiera el apetito. Afuera, el viento agitaba los árboles del bosque y llovía copiosamente. El mínimo ruido sobresaltaba a Selena que retorcía, nerviosa, una servilleta de papel.
El almuerzo transcurrió el silencio, Cassandra estaba bastante ofendida (aunque sin razón, como la mayoría de las veces) y Selena se moría por confesarle la verdad; aunque sabía que no debía hacerlo. Ella pasó todo el día, sola, en la cocina escudriñando lo que pasaba afuera. Cassandra no volvió a bajar, ni siquiera para merendar. Solía ser bastante terca cuando se peleaba con su hermana mayor y ninguna de las dos dejaba de tirar de la cuerda hasta el último momento.
La noche fue cayendo lentamente y Selena caminaba nerviosa, describiendo círculos en la cocina. Los árboles eran azotados por el viento y había empezado a llover levemente. Las luces parpadearon y Selena giró bruscamente hacia las escaleras, donde le pareció ver una sombra.
- ¿Cassandra, eres tú? -
Silencio. Miró hacia el bosque: nada. El viento soplaba aún más fuerte y la lluvia formaba una gruesa cortina que impedía la visión. Volvió a llamar a su hermana: silencio. Corrió hacia el guardarropa del pasillo y tomó un suéter negro con capucha. Abrió la puerta y salió. Una muchachita caminaba hacia el bosque, accionada por una mano invisible.
-¡Selena! ¡Ayúdame! No puedo detenerme. - susurraba una vocecita que parecía venir del viento.
- ¡Cassandra! - gritó Selena, mientras corría.
La niña volteó, una mirada vacía le atravesaba el rostro. Ya había llegado al límite del bosque, cuando un lobo saltó de entre los arbustos, la derribó y la arrastró con él hacia la oscuridad.
- ¡Nooo! -